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viernes, 12 de octubre de 2007

Recordatorio

-“Mira, lo que descubrí. Tiene hasta el 2092. Cuando tengamos 101 años.”-Dijo
-“Si, no lo voy a tener toda la vida. Lo cambiaré luego de hecho”- Dije
-“Pero déjame poner un recordatorio en tu celular, por favor”-Dijo
-“Además no vamos a estar ni vivos para entonces”- Dije
- “Igual, mira, ¡pasa!... Saludos de tu joven amigo, un recuerdo de la juventud y actual felicidad”.- Escribió.

Un hecho realmente sin importancia. Luego se bajó del trolebús. Comenzó a pensar que lo llamarían en 2 años más para presentarse en el servicio militar. Además pensó que tendría que ausentarse a eso porque pretendía estudiar.
Pasó el tiempo, Logró estudiar lo que quiso. Comenzó a irle muy bien, a ganar mucho dinero, luego se fue del país, participó en política, en reuniones importantes y sus momentos de felicidad aumentaron. Pero junto con ello, sus problemas. Se casó, tuvo 2 hijos, a los que quiso mucho. Tomás era un emprendedor. Augusto, en cambio, no tenía claro que hacer con su vida. Junto con Sofía, su esposa, eran su compañía más importante.
Una extraña enfermedad se adueñó de su cuerpo. Recién tenía 60 años, pero no importaba. Su vida era más importante. Una vez finiquitada la enfermedad, la cual le dejó serias consecuencias, comenzó de cero y trató de salir adelante, eso era lo importante, más aún, cuando decía que tenía 3 razones importantes para vivir.
A sus 80 años siguió recibiendo premios, fue ese año en el que quedó viudo.
Su rostro inspiraba respeto y admiración, pero reflejaba también, un sentimiento de extrema pena.
Cinco años después perdió a su primer hijo Tomás, quien padecía un grave problema al corazón.
Publicó un libro con el que saltó de gran manera a la fama. A sus cien años fue cuando más el público lo aclamó.
Su felicidad se hizo tal que nuevos problemas de salud se presentaron nuevamente.
Decidió pasar sus últimos días en su hogar, junto a su familia.
Ese día, se encontraba muy enfermo. Su hijo Augusto, aguardaba a un lado de su lecho.
La chimenea encendía los últimos momentos de la extensa espera. El fuego, junto con Augusto aguardaban el momento.
Eran las ocho y quince de la tarde. El sol se estaba escondiendo, la temperatura comenzaba a descender, las luces comenzaban a apagarse y de pronto un extraño sonido salió de una antigua vitrina guardada en un oculto baúl. Era el celular.
Augusto se lo pasó. Él lo tomó, con ganas de recibir al fin ese momento, lo desbloqueó y con su última pena, lo leyó.
“Saludos de tu joven amigo, un recuerdo de la juventud y actual felicidad”.

(Historia escrita, editada y publicada por seba-ediciones 2007)