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jueves, 4 de diciembre de 2008

Tiempo de sueño

Hola… ¿Alguien me escucha? Mi nombre es Andrés.
Este hoyo es profundo y no puedo salir.
El frío aquí abajo cala mis huesos y si no veo la luz en los próximos minutos, comenzaré a escalar.

- Por favor, no creo que quieran dejarme aquí abajo, si es una broma, ruego que me griten… y que me expliquen cuando caí aquí. Supongo que no habrá respuesta; pues bien, me sentaré… insisto- gritaba Andrés con su cabeza buscando una salida – Si esto es una broma, por favor explíquenme de qué se trata.
¡Llevo mucho tiempo sentado!, ni siquiera puedo ver qué hora es. Me siento solo. Quiero un café. ¿Quién se llevó el frío?, Ahora quiero agua o helado.
No jueguen conmigo, tengo calor, sueño, me siento cansado y no veo nada-

Andrés bajó su cabeza hacia el suelo y logró tocar un pedazo de lata. Su cabeza manejaba ideas, pero todas tan claras como el hoyo.

- ¡Bajaré! – Dijo decidido – De ser una escalera, bajaré y veré qué hay, no perderé nada-

-¡Andrés!, tu soledad tiene una razón. Te ayudo. Esto no es un hoyo en sí, esto no es una broma, tampoco ha llegado aquí porque sí, ni te irás así como así. No hay de qué preocuparse. El tiempo no corre, ni de frío ni de hambre dormirás, pero tiempo es la petición, está claro, el tiempo aquí no existe. Debes controlar tu tiempo. Ha de saber que ésta es una demostración de bondad, ha de saber también, que será tu tiempo, será tu espera, quien debilite tu cobardía. Todo está en ti- Clamaba una tediosa y repentina voz, quien había acabado su discurso.

Andrés se sentó, no entendió del todo lo que a voz dijo, pero dedujo que no debía bajar. Y… ¿Si la voz era una broma? El perdido hombre bajó la escalera, con miedo, vio fuego, luces, rocas y cuernos.

- Ya, para, detente, por favor detente… debo parar. Ya sé de qué se trata todo esto. No entiendo lo que la vocecilla me dijo. Bajo y siento calor, existe pero no, el tiempo, despierto, me duermo y no siento hambre… Andrés, Andrés, como no lo pensé antes. Estoy atrapado y es por algo. Me arriesgaré y bajaré, aunque sea lo último que haga – Concluía Andrés.

Pues se acercó con parsimoniosos pasos ante aquella presencia con cuernos y saludó: “Hola Caballero, no me dan risa sus cuernos, sí me da risa esa capa, poco masculina; pero no vine a eso. Quería preguntarle algo; específicamente ¿Qué es esto?”
Pero Andrés cayó rendido al suelo: “¡Uff!, me he dormido nuevamente…
¡Cuidado, cuidado!, cuidado con el auto, cuidado.”

En ese momento, Andrés, quien estaba muy asustado por lo que le estaba sucediendo, se encontró aislado, sentado en una silla, ubicada en el medio de un caudaloso río. La voz comenzó a hablar, pero Andrés no entendía.

- No fue un sueño, fue un recuerdo – Dijo la voz y fue la única parte que el atemorizado joven pudo oír. Pudo ver su reloj, calculó seis minutos en los que reflexionó la situación en la que estaba.

-Recuerdo, recuerdo, recuerdo, recuerdo, recuerdo, piensa, piensa, era un recuerdo, debe ser un recuerdo, recuerdo- Fue tan intenso el esfuerzo que hizo el Joven por comprender qué significaba la palabra recuerdo en este contexto que entendió a que se refería la voz con aquella palabra.

El auto que vio Andrés al dormirse fue un mero recuerdo de un accidente que sufrió antes de caer al hoyo, en aquel, instante, desapareció de la silla en el río, despertó y se encontró parado enfrentando al carnudo; lo vio y le dijo: “Ya entendí, ¿La salida?” Corriendo llegó hasta el hoyo, con paciencia, se sentó. Una ventanilla en la superficie se abrió y una persona de blanca mascarilla le dijo: “Estamos listos”. Andrés se durmió y en su sueño subió la escalera, divisó un panorama y despertó.

-Despertó Andrés, despertó, Andrés, Familia… ¡Despertó Andrés! –

(Historia escrita, editada y publicada por seba-ediciones/cuentos-seba 2008)

sábado, 5 de julio de 2008

Topos

¡Extra, extra! Sepa ya qué final es el elegido para el desenlace de la obra… ¡Extraaaa!

-“¿Oyeron eso?, ¿Quién se supone que cree ser, el dueño?

Por favor, no es más que un escritor, no nos puede aplastar así como así ¿O sí? Somos sus personajes, le hemos dado de comer, le otorgamos fama, dinero y hasta atención.

Atención compañeros: Yo sé que Larry Pictures nos creó y quiso que nuestra historia publicada fuese algo espectacular, pero no soportaré que nos pasen a llevar de esta manera ¿Quién está conmigo?”- Se pronunció el pequeño personaje protagonista

- “¡Larry!, oí que acabarás tu historia ¿Por qué? ¿Es verdad que Facundo, el protagonista morirá?”- Preguntó un amigo del autor

-“Así es, creo que es la mejor manera de acabar con esta historia. Amigo, será la única vez en que Asia, Europa, América, África y Oceanía muestren unión, en que los cielos sean de una nación, en que la gente se centre solo en algo puntual… Además ganaré mucho dinero; piénsalo”- Aclaraba el desinteresado autor

-“Pondré fin de una vez por todas a esto. Compañeros… necesito de su fuerza y unión; hoy más que nunca debemos combatir”- Pregonaba su discurso el revolucionario protagonista de cuentos

Fue así como Facundo, el protagonista, logró hacer de su hazaña con características de utopía, una verdadera realidad.

-“Y tú ¿Cómo lograste salir de ahí?, Por favor, ruego para que esto sea un sueño o una broma de mal gusto. Pero, de ser real lo que mis ojos ven… te pido que… ¡oh! Me estás asustando… de ser tú Facundo, te ordeno que te entres”- Imploraba el atemorizado autor

-“Sobre mi cadáver escritorcillo. Disfrutaste con nosotros por más de 30 años. Hiciste reír a grandes y a pequeños también, diste esperanzas, lograste fomentar la imaginación de quienes leían tus historias y hoy… hoy el escenario cambia, ya no somos las mismas figuras de hace 20 ó 30 años atrás; hoy la gente espera nuestro final. Y tu, con esa vulnerabilidad evidente aceptas con tal de obtener por una vez más en tu vida… dinero.

Pero ya no más Larry. Esto acabó. Mis personajes y yo nos declaramos oficialmente en huelga”- Acababa enfurecido el pequeño Facundo

- “No, pero tu no puedes hacerme esto. ¿Es una broma, verdad? ¿Cuánto quieres? ¿Qué dirá el mundo de mi?, el público, los niños, la prensa de espectáculos…

Ruego lleguemos a un acuerdo… por, por, por favor. Nadie puede saber que tú estás fuera de aquel libro. Te propongo algo ¿Qué tal si no te mato a ti; es muy fácil; borro aquellas líneas y agrego a Wippie o a Hanny? ¿Te parece?”- Proponía, nervioso, el autor

-“Ni muerto Larry, Ni Wippie, Ni Hanny, ni Hanssen, ni Albert. Escucha Larry Dasscold; Soy Facundo, el personaje más audaz de tu historia, lo que haga de ahora en adelante, será completa responsabilidad de quien me creó con estas cualidades. ¡Permiso!”- Dijo Facundo

-“Y ¿A quién más conoces?”- Era una de las preguntas que se realizaba en una improvisada conferencia de prensa organizada por Facundo.

- “Bueno, conozco a Superman, a Pedro Páramo, también conozco al principito, soy pariente de la Porota y ex novio de Rapunzel”- Se jactaba el protagonista

Desde luego esto no podía quedar así. En ese momento irrumpió en el salón de declaraciones nada más y nada menos que Larry; un poco exaltado y agregando las siguientes palabras: “Así que no te bastó con amenazarme y querer destruir mi obra con ridículos argumentos Facundo, también me humillarás; pues bien, dime qué quieres”

- “Lo esencial es invisible a los ojos. Larry, Larry ¿Dónde estás que no te veo?, ser o no ser, he ahí el dilema. No se trata ni de fama ni dinero; se trata de dignidad. No se trata de querer humillarte, no se trata de venir aquí porque sí. Tócame, soy de papel ¿Qué te podría hacer?

Somos topos o por lo menos así nos sentimos, como verdaderos topos, encerrados. 30 años obedeciéndote. Alguna vez te has preguntado si es que me gusta comer lechuga los días martes o si me gustaba quedar en esa parte donde agregabas “Continuará”, o si Carry era la niña de mis sueños. Parece que ponerse en nuestro lugar no es una tarea que hayas pensado realizar; pero esto ya superó los límites y aclaro frente a todos estos periodistas que la intención de este escritor es eliminarnos pronto… ¡Para su conveniencia!

Te digo Larry, tu eres el autor, tu decides qué harás”

Larry, al llegar esa noche a su hogar pensaba en lo que había sucedido ¿Podría ser cierto? ¿Cuál sería el camino que debía tomar?

El escritor se sentó en su escritorio y determinó escribir una historia para que Facundo se devolviese al libro. Pues así fue. Luego de haber considerado lo que los personajes reclamaban, inventó otro final; le cambió la lechuga por manjares y jugos a Facundo, le dedicó una carta a todos en general por lo buenos y gratos momentos entregados y aclaró cuán importantes eran ellos para él.

Al día siguiente, en la mañana y a los 83 años de edad, Larry Dasscold amaneció muerto en su cama, dejando esa escena como la del desenlace de una historia que debía terminar.

(Historia escrita, editada y publicada por seba-ediciones/ cuentos-seba 2008)

domingo, 8 de junio de 2008

Puente Keysi

¿Rodrigo? ¿No durmió aquí Rodrigo?; que irresponsabilidad Dios mío.

¿Alguien sabe dónde puedo ubicarlo?

- “Hola, buenas noches, busco a Rodrigo Vicuña ¿Estará él en su casa?

¿No? no, no, no se preocupe, un millón de gracias, hasta luego”

Claramente Eugenia, la madre de Rodrigo mantenía una clara molestia con éste al no existir aviso alguno acerca de su ausencia. Según Eugenia, Rodrigo era un joven inteligente, tenía novia y un excelente promedio de calificaciones en su universidad.

Aparentemente, Rodrigo era un chico normal.

Últimamente, según Eugenia, visitaba iglesias, cementerios y en especial un lugar que le acarreaba recuerdos de su infancia, en especial, de una hermana que él inventó.

Es en esta parte donde quizás pueda detenerse el problema de Rodrigo.

Lucía fue el nombre de la niña imaginaria. Era esta niña quien entregó alegría a la vida del Joven Rodrigo; una vez que él no pudo seguir prolongando la existencia de su imaginaria hermana, debió inventarle un final; final que trajo consigo ciertos perjuicios mentales a Rodrigo.

- “Me aburro, me angustio. Necesito caminar y tratar de echar a volar un sentimiento de culpa por no haber inventado otro fin para mi hermana Lucía. Espero me perdone. Aguardo salvación. Espero libertad”

Fueron palabras de Rodrigo en una situación de soledad, de necesidad por conversar.

Fue así como llegó caminando, con un dolor en la rodilla, hasta el puente Keysi; allí se sentó, miró el río y reflexionó durante 3 largas horas. Una melodía de chopin sonaba en su cerebro, pues pensó que poseía la facultad de imaginar y a la vez de borrar.

Era un niño nuevamente: “Lucía ¿Te diviertes? Toma asiento ¿Cómo has estado? ¿Recuerdas este puente? ¿Lucía?”

Era imposible imaginarla, Lucía había muerto y con ella todos los recuerdos que Rodrigo guardaba.

-“Hola, busco a Rodrigo Vicuña ¿Está él en este momento en su hogar? muy bien, no importa, se lo agradezco mucho, adiós”

Era la desesperada búsqueda de la madre del joven, quien tuvo que recurrir a revisar antiguos cuadernillos de su hijo para poder encontrar una clave, una señal.

Fue una oportuna ocurrencia, ya que ahí encontró muchas hojas con dibujos; todos señalaban una dirección y una evidente descripción. Era un puente, el Puente Keysi.

No tardó mucho en pensar su decisión y fue hasta aquel lugar; encerrada en su auto, con una lágrima permanente pegada en su mejilla.

Pese a todo, logró llegar hasta el puente. Su vista se nubló, pero su mente arrojaba recuerdos positivos y negativos, en ese momento se entrecruzaron imágenes de discusiones, ofensas y problemas que alguna vez tuvo con su hijo.

¿Por qué la novia de Rodrigo no estaba preocupada? o ¿Por qué nadie se acercaba a ella? no lograba explicárselo; bastó entonces correr y buscar a su hijo , pero éste no estaba.

La madre del joven Rodrigo estaba confundida y apenada, miró hacia abajo y no encontró nada ¿Acaso el río se lo habría llevado? ¿Pero cómo? Entonces buscó su auto, que ya no estaba, miró hacia atrás y nada había, solo se encontraba buscando amargamente a alguien que nunca existió.



(Historia escrita, editada y publicada por seba-ediciones 2008)

Pasamanos

- “Hola ¿Cómo está?, que bien, pensé que no me necesitaba”

Concluí por su disposición que podría ser empleada

- “No se preocupe, una vez que lo deposite les pago a todos”

Quizás estaba endeudada

- “Ya le dije que no quiero saber nada de él”

¿Se estaría separando?

- “En Valdivia, es que no soporto Santiago”

Tal vez residía en Valdivia

- “Pues bien, le diré a la empleada que pague las cuentas y como no quiero saber nada de ese banco, le pido que vaya usted ¿bueno?, mañana viajo, cuídese.

Entonces entendí que nada entendí.

(Cuento escrito, editado y publicado por seba-ediciones 2008)

Cuervo

Funerarias, Matucana; calle de funerarias.

Un hombre caminaba desorientado y con la vista puesta en el suelo. En el suelo quedó su cuerpo.

Desmayado. El hombre quedó desmayado.

Gente, hombres lo miraron y como cuervos se le abalanzaron, lo tomaron y lo dejaron en una funeraria para ser enterrado.


(Cuento escrito, editado y publicado por seba-ediciones 2008)

sábado, 3 de mayo de 2008

Ignacia

Veraneamos en Uruguay, éramos 6 amigos. Inseparables. Nuestros padres nos habían dado permiso para viajar solos. Íbamos a cargo de la madre de Santiago.

Mientras el avión despegaba, Jorge trataba de terminar un dibujo algo complejo. Ignacia se daba vueltas en el asiento, tratando de captar la mejor fotografía de la ciudad. Gastón dormía junto con Emilia, Santiago leía un pequeño libro y yo iba viendo los videos que había hecho antes de subirnos al avión.

Nos hospedamos, en un amplio hotel al llegar. La madre de Santiago, desesperada partió a comprar recuerdos para sus amigas. Con Emilia nos fuimos a fotografiar la ciudad. Esa noche todos nos quedamos fuera del hotel, a orillas del mar.

Mientras la hoguera se agrandaba, se cantaban más canciones. Gastón y Santiago ya estaban un poco ebrios. Luego se le sumó Jorge, Ignacia, por último yo; menos Emilia. Gastón y Emilia eran novios. Emilia era la alegría del grupo; era sencilla, respetuosa y muy buena persona.

Todos en el grupo estábamos felices, al principio. Gastón comenzó con algo típico en él: mofarse de los demás. Lástima que escogiera a quien era su novia; Emilia.

El ambiente, recuerdo, se tornó denso. Las palabras iban fuera de contexto, todos, en la condición que estuviéramos, lo sabíamos. Jorge trató de intervenir, pero Gastón se puso violento, agresivo.

Emilia, quien no bebía. Se entristeció mucho al escuchar lo que su novio le decía. Así, apenada e indignada se dirigió al hotel caminando, sola, desorientada, pensando en qué cosa mala pudo haber hecho reaccionar así a su novio.

Todos en el grupo se habían quedado dormidos; el fuego se había apagado mientras una desgastada radio sonaba. Emilia logró, después de 3 horas caminando, llegar al hotel. Según el conserje que la vio entrar, Emilia iba angustiada, enrabiada. Emilia atinó a empacar sus cosas. No se demoró más de 15 minutos. Encontró el pasaje y confirmó el vuelo. Recordaba las ofensivas palabras de su novio. Llegó llorando al aeropuerto, dejó su equipaje y se sentó para despegar.

En el grupo nadie sabía que ella se había ido. Cuando despertamos, nos subimos a un taxi hasta llegar al hotel. La buscamos por todos lados. No recordábamos muy bien el episodio de la noche anterior. Pensamos que podría estar caminando sola o que podría estar tirada durmiendo por ahí.

Ignacia, su mejor amiga, la buscaba sin parar. Cogió un taxi y la salió a buscar. Ignacia era una joven llena de alegría, era caprichosa, inteligente y divertida. Ignacia llegó al hotel sin dato alguno acerca del paradero de Emilia. Como Ignacia partió sola a buscar a Emilia, Gastón se enojó mucho con ella, le gritó, la insultó, le tiró el pasaje en la cara y la obligó a devolverse a Chile.

Ignacia no entendía la actitud de Gastón. Pues detrás de Ignacia yo iba corriendo, tratando de detenerla. La rabia y desconcierto, perece que fue mayor, iba distraída, enojada. Lamenté mucho haberla llamado de lejos. Ignacia me miró, se quedó quieta. Sus ojos parecían bolas de cristal. Tenía el pelo desordenado y los ojos hinchados de tanto llorar. Tranquila se devolvió hacia mí, miraba cabizbajo, se acomodaba su mochila y trataba de sacar algo de su pequeño bolsillo. Era su teléfono celular, lo divisé de lejos. Ignacia no alcanzó a reaccionar; venía un vehículo acelerando cada vez más, le impactó de frente. Yo grité, y corrí para tratar de socorrerla. Me abalancé sobre ella, le toqué su rostro. Los minutos se hicieron humo. Detrás de mí había médicos, una gran ambulancia, estaba la policía y nosotros dos. Ella tirada en el suelo y yo con su cabeza en mis brazos. Su teléfono celular seguía sonando. El policía lo sacó del bolsillo de Ignacia, me lo enseñó. Pude ver que decía: “Emilia - Llamando”.

No quería saber de nada más. A mi mente venían recuerdos como las canciones del día anterior o los primeros días de clases.

Ignacia había fallecido y nada podía hacer. Mi mente logró quedarse en blanco, calmada pero en blanco. Así fue como desperté en una angosta y fría camilla de un pequeño centro médico de Uruguay. A la puerta tocó alguien. Era Santiago. Yo no quería hablar, no quería ver a nadie, solo quería ver a Ignacia, quería conversar con ella, reírme con ella, abrazarla, despedirme.

Tanto fue el impacto que provocó la muerte de mi amiga que una extraña reacción nerviosa me dejó sin movilidad por un tiempo.

Santiago estaba bien, se le notaba en el rostro. Me hablaba intermitentemente. Trataba de remediar en cierta medida todo el daño hecho. Yo solo escuchaba lo que él me decía: “Escucha… amigo. No sé… qué fue lo que… a Gastón pudo haberle sucedido. Entiende… que… él necesita de nuestro…apoyo… Lamento mucho lo… lo de Ignacia… lamento mucho lo tuyo también. Ignacia fue llevada ya a Chile, sus restos fueron enterrados. Todo el grupo está en Chile. Solo regresé para… para verte. Emilia está bien… me pidió, me pidió que te entregara esto”-

Entre tantas inhalaciones profundas que Santiago aprovechó, yo reflexionaba. Tomé la carta que dejó en mis manos. Santiago se despidió con un cariñoso beso en mi frente, su expresión era de una angustia indescriptible. Le esbocé una sonrisa y abandonó la sala.

Minutos después, entró una enfermera. Vio que tenía un papel en mis manos. Me preguntaba si quería leerlo; pues abrió la carta, la estiro e hizo que la leyera.

No era precisamente una carta de Ignacia. Era la explicación del por qué de su muerte. Al principio no comprendí. Mil ideas pasaron por mi mente. La carta decía algo como esto: “Las razones son evidentes. La vida de quien quiso tanto este mundo se esfumó sin voluntad alguna. Las oportunidades no existen en estos casos. Es así y punto. Su alma descansará tranquila. Ella no se ha ido… ella está en ti, está aquí, contigo. Recuérdala, y extráñala como nunca antes podrías haberlo hecho”

Después de leer esta carta, no comprendí si era Ignacia, si era una broma o algo parecido. Pero…logró hacerme pensar. Lo que ninguna frase de aliento pudo entregarme me lo entregó la carta. ¿Habrá sido la muerte? ¿Habrán sido mis amigos? ¿Es que acaso morí y los demás sobrevivieron?, no entiendo. Pero comprendo que la vida, mi vida es una sola, frágil e impredecible, corta, triste y feliz, que se ha visto envuelta en la peor trampa que la muerte puede tender.


(Historia escrita, editada y publicada por seba-ediciones 2008)

domingo, 6 de abril de 2008

Un mes de sueño

¿Ya es Abril? No me digan que me quedé dormido otro mes más.

No puede ser, tenía que irme de vacaciones. Está bien, les cuento. Salí de mi casa, desesperado buscando los pasajes; recorrí todo el jardín buscándolos y no los encontré. Recuerdo haberlos dejado cerca de la cocina o detrás del bar.

Está sonando el teléfono ¿Quién será?

- ¿Aló?, mire, lo estamos llamando de “súper-electricidad”, por el pago de 2 meses de atraso. Debe venir a cancelar la deuda a más tardar mañana.- Me explicaba un operador.

Yo no sé, pero desde que tengo uso de razón que me quedo dormido por harto tiempo, entonces, luego no sé cuál es la realidad y cuál no. A veces me confundo y las mezclo. Ya concluirán que mi vida es casi un sueño, pero cuando despierto no se vuelve tan sueño.

Quedamos en que perdí los pasajes. Así es, logré encontrar la maleta, pero los pasajes no estaban ahí. Mientras revisaba mis zapatos me senté en el sofá, en aquel sofá y no lo pude contener. Mi sueño era mayor; pues me quedé dormido en un instante.

Soñé que viajé a un hotel ubicado en medio de una isla. Ahí conocí amistades y a un rey selvático quien me entregaba una maleta llena de dólares. Me decía: “Hijo mío, has sido una muy buena persona y este dinero te servirá para ser una persona más buena”. Era un poco absurdo el sueño pero lo disfruté.

Lo malo de quedarse dormido tanto tiempo es que luego hay que arreglar el mes anterior y arreglar los dos posteriores, porque en cualquier minuto me vuelvo a quedar dormido. No se imaginen que sufro de algún mal físico ni mucho menos, solo es que me canso mucho, sobre todo después de haber estado toda una tarde buscando pasajes, porque estoy seguro de que los compré.

Pero les cuento esta historia con un poco de sueño, de sueño, de sue…

Oh! Es este imprudente teléfono otra vez. –“¿Sí?, ¿Quién es? ¿Lo jura?- Preguntaba yo, mientras al otro lado de la línea me decían: “Estimado señor, hemos estado tratando de ubicarlo desde hace casi un mes. Tenemos el pago hecho, solo necesitamos que venga a retirar los pasajes”



(Cuento escrito, editado y publicado por seba-ediciones 2008)

sábado, 1 de marzo de 2008

Micro de apuestas

Voy tan atrasado y este mimo tiene puesto este semáforo en rojo y en la mitad de la calle, pero ¿por qué la gente no avanza? Será mejor que me baje y vea qué está sucediendo. No comprendo. ¿Quién fue el genio que instaló al fin escaleras de globos? Sí, lo mejor será irme en uno de estos taxis, lo raro es que son pegajosos, dulces.

Me sorprende que luzcan así los taxis ¿qué es esto? ¿Un autobús?

-: “Lo siento caballero, esta es una micro de apuestas”- Me exclaman

Entonces déjeme aquí por favor, dije tranquilo.

- : “Quienes cree que somos. Le reitero, “Micro de apuestas”, la única manera de bajar será apostando”

En ese momento me puse nervioso, ¿Qué podía apostar? No era mucho lo que podía pensar.

-: “¿Hasta cuando los tacos serán así?”- Preguntaba enfadado el chofer del autobús – “¿De dónde eres? – Me preguntó

De Wisconsin, del sur de wisconsin.

-“De Wisconsin… pero ¿Qué es lo que paró el tránsito?, ya sé, debe ser uno de estos nuevos trenes rojos, siempre se detienen en la calle”

Era mi oportunidad, yo sabía que era un mimo que había puesto un semáforo en rojo en medio de la calle. ¿Apostaba?

-“Yo sé que no es un tren” – Dije; entonces lancé una carta triangular encima de una mesa redonda desafiando al chofer y gritándole: “Apuesto que no”

El chofer, algo molesto me dijo: “Y ¿Qué me apuestas?”

-“El bajarme de esto” – Le respondí

-“Si la carta muestra agua es que has ganado; de lo contrario seré yo el que baje y tu serás el chofer hasta que le ganes a alguien que suba ¿Entendido?”- Me explicó

Los segundos pasaban, lentamente pero pasaban y la carta se alteró un poco, mostraba estar enojada, indignada y comenzó a llorar.

No comprendía aún el juego… ¿Y si lloraba?, pues me alegré: Lágrimas, agua, triunfo. Esa fue mi asociación y mientras las puertas del bus se abrían e iba bajando, alguien me interrumpió diciendo: “Sería bueno que despertaras”.

(Cuento escrito editado y publicado por seba-ediciones 2008)

viernes, 29 de febrero de 2008

Abigail

Caminaba… caminaba despacio, distinto. Pensaba… despacio, distinto. Hablaba… despacio, distinto.

Su hija, Abigail, pensaba que estarían siempre juntas, siempre iguales; nunca sospechó posibilidades de quedar atrás. Por más que lo intentase, no podría alcanzarla. Así pasó el tiempo, implorando por su madre, la que no debía alejarse más, la que no debía envejecer, la que no debía olvidar.

Esa impotencia característica que marcaba los días de su hija motivada por una clara señal de crueldad impregnada en su frágil ser, deterioraba también a Abigail.

Viviendo un calvario interno, un tormento mental, Abigail decidió acabar antes. En desventaja y juntas no podrían estar, decía Abigail. Ya había intentado detener el tiempo; su tiempo y no fue capaz. Pero fue ahí entonces cuando comenzó a distraerse, a solazarse y encontró en una foto a su madre, más cambiada. Optó por quedarse con la foto, quien nunca cambiaría, siempre luciría radiante y no necesitaría mayores cuidados.

Abigail cenaba con su foto, hablaba y hasta conducía con su foto al lado. Años pasaron Abigail y su foto; pero Abigail ya era anciana y estaba incapacitada para realizar funciones, pero era feliz, había logrado su tan preciado anhelo. Aunque su figura de madre no era más que un viejo pedazo de papel enmarcado, la que envejecería primero sería Abigail.

(Cuento escrito, editado y publicado por seba-ediciones 2008)

lunes, 14 de enero de 2008

Un cuento de Navidad

Era navidad. La gente, bien vestida, se apresuraba en salir de sus oficinas rápidamente para poder llegar a sus hogares. Mi navidad me esperaba, mi familia aguardaba mi arribo. Pues bien, salí de mi oficina, calmado, pero con la preocupación de que tenía que comprar los regalos. Típico en mí, dejaba estas compras para el final. Fue así como saqué las llaves del auto y bajé en el ascensor hasta el estacionamiento, guardé el maletín y cerré la puerta del auto. Yo no me subí, decidí ir caminando por si no encontraba estacionamiento. Crucé la avenida para llegar a la tienda, me compré en un local de comida rápida una pizza y una bebida y divisé a lo lejos a un extraño caballero; claro, a medida que me iba acercando me iba dando cuenta de que era un vagabundo, barbón y panzón. Antes de ingresar a la tienda, me acerqué hacia él para darle dinero, sentí la necesidad de darle harto dinero, después de todo era navidad. Estaba sacando la billetera para darle dinero cuando 2 ó 3 antisociales, que venían corriendo detrás de mí, me dieron un golpe cerca del cuello y me robaron la billetera.

En fin, qué más podía hacer. ¿Llamar a la policía? ¿Irme a mi auto e ir a un banco a sacar dinero? ¿Correr detrás de los delincuentes? Mientras pensaba qué hacer el extraño vagabundo me miró y me dijo: “Bueno y ¿me va a dar dinero o no?”

No comprendí muy bien su pregunta, más bien me molestó mucho lo que dijo, como que no había entendido nada, como si nunca hubiese visto la escena del robo y me seguía preguntando: “Oiga, a usted le hablo, al de la chaqueta elegante ¿me va a dar dinero?”

Yo insistentemente le respondía que no, que si acaso no había visto que me habían robado, pero el hombre cortó la explicación diciéndome: “Pues entonces deme eso que está comiendo” – Yo sin dudar se lo di, después de todo, todo eso me había quitado el apetito. El vagabundo mientras se comía ese pedazo de pizza me conversaba: “Pero usted ¿no va a llegar a su casa?, mejor será que se vaya al tiro, su familia debe estar esperándolo. Mire ¿sabe qué?, párese y acompáñeme”

Lo acompañé en su camino, bajamos unas mal construidas escalinatas de piedra hasta llegar a un sucio y baldío río: “¿Qué es esto?- me pregunté, pues nunca había bajado hasta un río así, tan céntrico y tan sucio. Solo quería que lo acompañase a dejar un pesado bulto de tela, luego nos devolvimos por donde mismo bajamos y empezamos un extenso camino. Comencé a comprender que el vagabundo también era una persona, que tenía temas de conversación y sentido del humor, pues bien, me distraje un rato, era lo que me hacía falta; no compré regalos, me robaron mi dinero, ya era tarde; algo tenía que distraerme.

-“Mire don…”

- “Lastarrias, Augusto Lastarrias”- Respondí

-“Mire don Augusto Lastarrias, bien sabe usted que el dinero no lo es todo, no se angustie por cosas así, mire, acompáñeme”

Seguí acompañándolo, me llevó hasta el centro de una avenida, donde hacen acrobacias, donde venden bebidas, helados, periódicos, donde reparten folletos y donde transitan las motos. Pero para nada de eso me llevó hasta allí, simplemente iríamos a pedir dinero.

Aún no entiendo la razón del por qué lo acompañé, simplemente lo hice, quizás era para no sentirme solo o para que él no se sintiera solo, no sé, solo lo hice.

Así comencé a pedir dinero, de todas formas, no dejaba de sentir vergüenza, nunca lo había hecho, además quién podría darme dinero si andaba bien vestido y no tenía necesidad de pedir. Así y todo igual recibí dinero, dinero que se lo daría a mi amigo.

Olvidé mencionar su nombre, mi amigo se llamaba Osvaldo. Entre tanta conversación, me enteré de que había sido casado, había estudiado y hasta había viajado mucho por Europa. La decisión de vivir en la calle, me dijo, fue bastante fácil al principio, luego se tornó un ambiente de supervivencia en el cual él estaba dispuesto a estar.

Ya se hacía tarde y no tenía regalos, dinero ni ganas de llegar a casa.

Osvaldo insistía en que me fuera a comprar regalos; aún conservaba la lista que mi familia había hecho, entre tantas cosas que tenía que comprar, la mayoría iba a ser difícil de encontrar. Me despedí de mi amigo Osvaldo, le di las gracias por haberme hecho pasar un buen rato y me fui en dirección al estacionamiento de la empresa, más alegre y con ganas de ir a comprar. Salí del edificio y crucé para entrar a la tienda, pero ya era tarde. Se me había olvidado que en Navidad las tiendas cierran más temprano. Me bajé del auto, buscando una solución a esto. Me estacioné y me senté en una banca de madera. En ese momento se me ocurrió correr hacia donde mi amigo Osvaldo, pero también fue tarde, ya no seguía mendigando, entonces fui corriendo hacia el río, pero tampoco estaba, subí, corrí hacia el auto y me senté para pensar qué excusa daría al llegar a casa.

Reconozco que mi cerebro se bloqueó en el camino a mi casa; no tuve tiempo de pensar en el problema.

Llegué a casa, estacioné el auto en el pasto y ahí me quedé. Una vocecilla familiar me golpeó el vidrio y me dijo: “¿Qué estás esperando? ¿No vas a entrar? Anda…vamos”

No comprendí que era todo eso, la alegría con la que me recibían; si ya era tarde, era hora de cenar y no había llegado con nada.

Entré a la casa y todo el mundo me abrazaba y me agradecía: “Muchas gracias Augusto, te lo agradezco mucho, nunca pensé que me lo comprarías”- Me decían

Yo tenía una cara de impresión y de extrañeza enorme, pero bueno, me hice el sorprendido y les dije: “¿Les gusta?, que bueno, esa era la idea ¿Me esperarían un segundo?

Me fui a mi baño. Me bañé, me cambié de ropa y mientras me perfumaba me decía mentalmente: “Gracias Osvaldo, muchas gracias”

(Cuento escrito, editado y publicado por seba-ediciones 2008)

Crónica de una herencia extrañamente repartida

- “Pero si se le ve en la cara que es una santa”- Expresaban los hijos
Claro... pues nunca existió sospecha alguna.
-“El día que se desaparezca algo de aquí, te juro que no lo pensaré dos veces y la despediré sin arrepentirme después de tal acto”- se descargaba enfadada la soberbia y dudosa dueña de la casa.
Virginia, era el ama de llaves de la casa. Llevaba treinta años trabajando para la familia Blanco.
La señora Blanco, ya no estaba en su sano juicio, por lo que a veces hablaba sin razón.
Los hijos mayores de la Señora blanco ya querían que esta historia terminara. Estaban aburridos de escucharla todo el día, de pagar enfermeras, tener ese horrible ventilador mecánico puesto en la habitación de su madre, ver cómo deliraba y más: ver como ya no los reconocía. Sin duda los hijos guardaban un profundo cariño por su madre, pero nada más.
Virginia en tanto, no era santa de devoción de la señora Blanco. Algo guardaba toda la familia que claramente iba en contra de la señora Blanco.
¿Era hora de terminar con esto?
Con insinuaciones, los hijos de la señora Blanco trataban de transmitir el mensaje más cruel sobre el final de su madre a Virginia.
Los hijos de la señora Blanco intuían y, en el fondo sabían, de que el provecho por parte de Virginia se veía venir. Una ostentosa herencia aguardaba ser repartida y tanto Virginia, como los hijos de la señora Blanco, esperaban  aquel momento.
Estaba claro: la señora Blanco no fue una buena persona y por eso merecía la venganza de sus hijos y de su mucama de años.
Virginia entendió el mensaje de los hijos de la señora Blanco y empezó a cambiar su actitud con ella: “Buenos días querida señora Blanco. Aquí tiene sus galletas, su café, dos cigarrillos y sus píldoras. Cualquier cosa que necesite no dude en llamar. Estaré limpiando la alacena, señora” – Hablaba amablemente el ama de llaves.
- “Virginia, necesito que le lleve esto a nuestra madre, le aseguro de que tanto usted como nosotros estaremos muy contentos después de esto”
-“Señora Blanco, aquí le traigo su medicina, es necesario que ingiera este brebaje, para que no le dañe su garganta” Esperaba ansiosa Virginia.
Era de suponer, la señora Blanco cayó dormida en su almohada, botando todo lo que había a su alrededor. En ese momento entraron los hijos de la señora Blanco: “¡¿Y, qué sucedió?!" - preguntaron "sorprendidos".
-“Fue más fácil de lo que creí, ahora será urgente ubicar al doctor Tagle para que nos dé una respuesta. Mi amor, usted podría hablar con los abogados por el asunto de la herencia. Yo me quedaré aquí, esperando a que llegue el médico”- Hablaba a sangre fría la desleal empleada.
- “Buen día. La señora o señorita Virginia Smith ¿se encuentra? – Preguntó un hombre de traje oscuro y zapatos lustrados.
- “Pues con ella habla. Soy yo ¿qué desea?
- “Policía de delitos criminales del Estado. Usted queda arrestada por delito planificado y tiene derecho a defensa mediante abogados”- Aclaró el policía.
De la señora Virginia no se supo más. Los hijos mayores de la señora Blanco, como era de esperar, al traicionar a Virginia, se llevarían el dinero, herencia que dejaba su madre al morir. Contento estaba todo el mundo con esta fortuna que sería malgastada de forma desmedida.

-“No señor, le repito una vez más y espero que esta vez lo entienda, la herencia no es para usted, ni para usted tampoco. En ningún lado de este testamento se estipula que el dinero se le entregará a sus hijos. Aquí dice claramente que el dinero, será puesto a disposición de su prima Carmen Blanco. Lo siento muchachos, no puedo hacer nada”- Respondía el abogado.
La señora Virginia fue puesta en libertad gracias a una fianza que pagó la prima de la señora Blanco, luego de que Virginia le expusiera a Carmen su versión. Pues se topó cerca del recinto penitenciario con los hijos de la señora Blanco quienes lucían desaseados y angustiados y fumaban desesperados en el borde de la vereda aguardando la salida de Virginia para exigir una explicación. Virginia, la inteligente Virginia no les tomó mucha atención pero expresó:
-“Justicia divina queridos…divina”.