- “Pero si se le ve en la cara que es una santa”- Expresaban los hijos
Claro... pues nunca existió sospecha alguna.
-“El día que se desaparezca algo de aquí, te juro que no lo pensaré dos veces y la despediré sin arrepentirme después de tal acto”- se descargaba enfadada la soberbia y dudosa dueña de la casa.
Virginia, era el ama de llaves de la casa. Llevaba treinta años trabajando para la familia Blanco.
La señora Blanco, ya no estaba en su sano juicio, por lo que a veces hablaba sin razón.
Los hijos mayores de la Señora blanco ya querían que esta historia terminara. Estaban aburridos de escucharla todo el día, de pagar enfermeras, tener ese horrible ventilador mecánico puesto en la habitación de su madre, ver cómo deliraba y más: ver como ya no los reconocía. Sin duda los hijos guardaban un profundo cariño por su madre, pero nada más.
Virginia en tanto, no era santa de devoción de la señora Blanco. Algo guardaba toda la familia que claramente iba en contra de la señora Blanco.
¿Era hora de terminar con esto?
Con insinuaciones, los hijos de la señora Blanco trataban de transmitir el mensaje más cruel sobre el final de su madre a Virginia.
Los hijos de la señora Blanco intuían y, en el fondo sabían, de que el provecho por parte de Virginia se veía venir. Una ostentosa herencia aguardaba ser repartida y tanto Virginia, como los hijos de la señora Blanco, esperaban aquel momento.
Estaba claro: la señora Blanco no fue una buena persona y por eso merecía la venganza de sus hijos y de su mucama de años.
Virginia entendió el mensaje de los hijos de la señora Blanco y empezó a cambiar su actitud con ella: “Buenos días querida señora Blanco. Aquí tiene sus galletas, su café, dos cigarrillos y sus píldoras. Cualquier cosa que necesite no dude en llamar. Estaré limpiando la alacena, señora” – Hablaba amablemente el ama de llaves.
- “Virginia, necesito que le lleve esto a nuestra madre, le aseguro de que tanto usted como nosotros estaremos muy contentos después de esto”
-“Señora Blanco, aquí le traigo su medicina, es necesario que ingiera este brebaje, para que no le dañe su garganta” Esperaba ansiosa Virginia.
Era de suponer, la señora Blanco cayó dormida en su almohada, botando todo lo que había a su alrededor. En ese momento entraron los hijos de la señora Blanco: “¡¿Y, qué sucedió?!" - preguntaron "sorprendidos".
-“Fue más fácil de lo que creí, ahora será urgente ubicar al doctor Tagle para que nos dé una respuesta. Mi amor, usted podría hablar con los abogados por el asunto de la herencia. Yo me quedaré aquí, esperando a que llegue el médico”- Hablaba a sangre fría la desleal empleada.
- “Buen día. La señora o señorita Virginia Smith ¿se encuentra? – Preguntó un hombre de traje oscuro y zapatos lustrados.
- “Pues con ella habla. Soy yo ¿qué desea?
- “Policía de delitos criminales del Estado. Usted queda arrestada por delito planificado y tiene derecho a defensa mediante abogados”- Aclaró el policía.
De la señora Virginia no se supo más. Los hijos mayores de la señora Blanco, como era de esperar, al traicionar a Virginia, se llevarían el dinero, herencia que dejaba su madre al morir. Contento estaba todo el mundo con esta fortuna que sería malgastada de forma desmedida.
-“No señor, le repito una vez más y espero que esta vez lo entienda, la herencia no es para usted, ni para usted tampoco. En ningún lado de este testamento se estipula que el dinero se le entregará a sus hijos. Aquí dice claramente que el dinero, será puesto a disposición de su prima Carmen Blanco. Lo siento muchachos, no puedo hacer nada”- Respondía el abogado.
La señora Virginia fue puesta en libertad gracias a una fianza que pagó la prima de la señora Blanco, luego de que Virginia le expusiera a Carmen su versión. Pues se topó cerca del recinto penitenciario con los hijos de la señora Blanco quienes lucían desaseados y angustiados y fumaban desesperados en el borde de la vereda aguardando la salida de Virginia para exigir una explicación. Virginia, la inteligente Virginia no les tomó mucha atención pero expresó:
-“Justicia divina queridos…divina”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario