Las sacó de su bolsillo izquierdo lanzándolas al suelo, bordeando la cuneta a punto de caerse a un agujero. No quería quedarse con monedas de poco valor. Detrás de ella venía un joven, distraído y mirando hacia el suelo. Ve que las lanzó sin mucha importancia por lo que atinó a recogerlas y dijo: “¡Que bien, son de buena suerte!”
Pero todo dependía de la suerte que traían.
Nunca se imaginó que singular acto podía ser el inicio de un sinnúmero de ocurrencias un tanto fuera de lo normal.
Trataba de buscar el por qué de su cambio de actitud, su personalidad más sensible y sus constantes invitaciones de hombres.
-“Soy un chico, no debería estar sucediendo esto”- dijo muy angustiado tras no entender la explicación de estas situaciones.
Por más esfuerzo que hizo no logró acordarse de qué había hecho. Su semblante estaba cansado.
Decidió recorrer todos los lugares por los que anduvo. Caminó, caminó hasta que algo recordó. Una imagen se le vino a la mente: “¡Que bien, son de buena suerte!”.
En ese momento entendió que había adquirido cierta suerte de la antigua dueña de las monedas.
Determinó que lo mejor sería buscar esas monedas y lanzarlas, pero debía lanzarlas desde su bolsillo izquierdo en aquel mismo lugar.
Lo pensó mucho y así fue; se encontraba lanzando aquellas monedas desde su bolsillo izquierdo en el mismo lugar en el que las encontró.
Sin embargo, nunca pensó que al lanzar esas monedas se iría de él su suerte.
Llegó más tranquilo a casa. No entendía ese sentimiento de soledad que lo acechaba.
Pensó por un momento en ir a recoger nuevamente esas monedas pero, luego pensó en lo que eso implicaría.
Una gran idea tuvo en ese momento: “iré a buscar esas monedas, las lanzaré en otra posición y esperaré que 10 hombres las pisen, de esa manera la suerte será masculina y las monedas me corresponderán”
Así lo hizo. Este chico aparentemente sin suerte esperó que 10 hombres las pisaran, pero solo pasaban mujeres. Luego recordó que “no tenía suerte” pero quizás si él las pisaba…Podría, tal vez invertirse la situación en la que se encontraba.
Segundos después y antes de que él comenzara a pisarlas una chica lo quedó mirando y le dice: “¡Hey!, tu eres…tu eres el chico del otro día, el que recogió mis monedas. ¿Aún las conservas?”
-“Pues si…Estaba pensando en dártelas, ya no las quiero”- Le dijo.
-“Okey, dámelas”. - Le dijo ella.
El joven se las pasó y la chica las recibió.
La chica le dijo que se veían extrañas y “se las devolvió al joven en la mano”.
Este hecho cambiaría la suerte de ambos.
Esta vez nadie las lanzó y nadie las recogió, por lo tanto ella solo cedía las monedas (al ser ella la dueña original) y la suerte de ambos regresaría correspondientemente.
Una gran sonrisa y al unísono se marcó en sus rostros, se despidieron con mucha alegría y cada uno regresó camino a sus hogares.
En ese transcurso ella se encontró un anillo de oro. Estaba muy feliz y él se encontró una billetera solo con dinero.
Llegaron a sus casas y pensaron: “No quiero volver a pasar por lo mismo”.
Al otro día regresaron al lugar donde lo encontraron.
De lejos se vieron, se saludaron y en un abrir y cerrar de ojos dos personas les agradecieron por haber encontrado sus pertenencias diciéndoles que una bonita pareja armarían.
(Historia escrita, editada y publicada por seba-ediciones 2007)
sábado, 21 de julio de 2007
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