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lunes, 13 de agosto de 2007

Amelia

Era la última torre de la calle aledaña a mi casa, ahí habitaba una señora, de apariencia fea y solitaria. Se veía por su ventana una cantidad enorme de plantas en malas condiciones. La luz siempre estaba apagada. Salía con una botella de plástico a pasear.
Volvía muy tarde. Por las noches podía apreciarse una melodía de piano algo compleja.
Sus vecinos nunca reclamaron. Era la misma melodía a diario, pero, no cansaba oírla, era un espectáculo. Sus gatos salían a refrescarse a la ventana. La melodía se terminaba cuando la vela se consumía. Los gatos se entraban, la gente se acostaba, las luces se apagaban y la anciana…de la anciana no se sabía nada hasta el otro día.
Con el tiempo, luego de observarla, aquella anciana empezó a caerme bien.
Aquellos conciertos nocturnos de piano los esperaba con más ansias. Me quedaba a oírlos para luego acostarme. Ese día la anciana salió a pasear con su botella de plástico.
Decidí seguirla. –Disculpe, ¡hey!, usted… ¿Podría hablar con usted?- Le dije.
Fue un monólogo de casi dos horas, hasta que le dije: “…Y ya se ha hecho costumbre oírla en las noches, me encantaría oír esa melodía completa. ¿Podría ser mañana?
Ella esbozó una sonrisa muy humilde, muy cercana, queriendo expresar gratitud y responder que sí a mi inquietud. Ese fue el paseo. Nada fuera de lo normal, me entretuve contándole anécdotas, historias y tratando de robarle una palabra.
Ella entró lentamente al edificio, yo me despedí de ella y me fui a estudiar. Antes de que comenzara el espectáculo me asomé por la ventana a fumar el último cigarrillo del día.
La anciana, estaba en su ventana y nuevamente me sonrió. Comprendí de inmediato que aquellas horas en la tarde no habían sido en vano.
Apagué el cigarro, retomé mi lectura y la melodía comenzó.
Esa semana tendría que quedarme en la casa de unos amigos para terminar un trabajo.
Eché de menos, en ese momento, mi casa, en especial, la melodía que anunciaba que la noche comenzaba.
Al otro día, en la tarde, regresé a mi casa. Divisé la ventana de la anciana, algo extraño había. Faltaban plantas, no había gatos y las ventanas y cortinas estaban cerradas.
Crucé para preguntar por la anciana. Ya se iba a hacer de noche y el piano aún no sonaba.
-“Hola, discúlpeme, pero ando buscando a una anciana que vive en el piso de arriba.
¿La conoce?” –Le dije a un vecino

-"¿La señora Amelia? ¿Qué no supiste? Lo siento hijo pero, la señora Amelia falleció ayer, en la noche, cuando tocaba su piano. Me parece que era una melodía diferente".
No podía creer que eso estuviese sucediéndome. Sentí nervios, angustia y una especie de traición. Días antes le había pedido que terminase su melodía y me ausenté a su estreno. También sentí culpa, me habría encantado presenciar aquel acto.
Los días pasaron y alguien tocó a mi puerta.
¿Vive aquí un joven amigable y paciente que le gusta conversar?- Me preguntó un caballero de barba, muy serio.
-No sé, puede ser, soy el único hombre se esta familia, tendré que ser yo- Le dije
- Tiene un encargo de Amelia Fernández Löbric, quien ha estipulado en su testamento que le otorgará dicho piando avaluado en mucho dinero y que por ley pasará a manos de usted: "Joven amigable y paciente que le gusta conversar. Firme aquí por favor.
-En ese momento comprendí que me había perdonado.
Con el tiempo me interesé por el piano y antes de que anochezca, toco aquella parte que a la anciana le faltó tocar.

(Historia escrita, editada y publicada por seba-ediciones 2007)

1 comentario:

Yingo es lo mejor de mi Vida dijo...

CHUPA EL PERRO CARA DE ANO xDD
SALUDOS UN ABRAZO GEI :O