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sábado, 3 de noviembre de 2007

El paseo de las cebras

Le encantaba esperar la luz verde para cruzar, de esa manera podía lucir todas sus virtudes, su elegante caminar, en el tiempo que demoraría pisar las 16 líneas del paso de cebra.
En los 12 segundos en los que lograba cruzar la calle se imaginaba que algún productor famoso, exitoso, pensaría desde su automóvil: “Pero mira que desplante, que elegante caminar, le silbaré para que venga hasta aquí y acepte trabajar conmigo en una importante campaña publicitaria”
Esto lo hacía a diario, después de ir a cualquier tienda, aprovechaba ese intervalo para demostrar que sus cualidades merecían ser vistas.
La producción se tornó excesiva, con el tiempo se volvió una obsesión y prácticamente la única razón que ella tenía para salir a las calles, era destellar con sus atributos que creía ella tener.
Nunca pensó en los riesgos que esto significaba; si tenía que dormir en la calle, o pasar todo el día cruzando pasos de cebra, lo iba a hacer. Había días en los que no regresaba a su hogar, por ende su producción se deterioraba y más llamaba la atención.
Con el pasar de los meses se volvió en un personaje típico; le llamaban “La loquita del paso de cebra”, sí la misma, la que pretendía hacerse famosa.
Se fue despreocupando de ella, se fue enfermando, se fue trastornando.
Tanta fue la curiosidad que causó en los medios nacionales que la mayoría de noticieros imploraba una declaración.
-“Sí, la misma, la denominada “Loquita del paso de cebra”, nos acompaña hoy día, en un despacho en directo para todo Chile y le preguntaremos justamente, a qué se debe esta situación, cuáles fueron sus necesidades, o tal vez intenciones para llamar tan fuerte la atención atrayendo así a los medios que por estos días se han avocado a cubrir esta noticia, que creo, nos interesa a todos, ¿no es así? ¿Qué nos puedes decir tú al respecto?”- preguntaba el desubicado periodista a la protagonista de la historia.
Ella, sin emitir ningún tipo de ruidos y menos de declaraciones, abandonó la entrevista; sus pensamientos eran muchos, cuál de todos más desordenado o confuso. Se iría en dirección a su hogar. En el camino trataba de no fallar, por lo menos sus botas no podían andar mal. Su caminar, su posición eternamente erguida, su mirada, su cartera, no podían fracasar.
Una de sus ideas se coordinó acorde a la circunstancia; se logró aclarar y concluyó en fin que la situación debía abortar.
Pero no podía finiquitar este asunto tan indignamente, así de rápido y para siempre.
Volvería a su casa con los pasos más delicados que pudo haber dado; manteniendo su mirada fija a los conductores quienes la miraban con lástima, su elegante vestido flameando como nunca y sonrisa resplandeciendo ante todo, en lo único que falló fue que cruzó con luz roja.

(Historia escrita, editada y publicada por seba-ediciones 2007)

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