Fue un perro callejero toda su vida. Se alimentaba de las sobras que le dejaba la gente con buena voluntad. Su hogar, su hogar era una pocilga, dormía enrollado en el paradero de buses. Pero se sentía bien, después de todo, agradecía tener un lugar donde alojar. Su vida nunca fue muy tranquila. A las 6:00 de la mañana ya le estaba ladrando a las ruedas de algún auto o de un bus. Pronto se quedaría dormido para despertar a la hora de comer.
Siempre tuvo esa costumbre, la de no respetar los semáforos. Todos le advirtieron: “Ten cuidado que por aquí pasan taxis muy rápido”. Su cara era netamente de indiferencia, siempre creyó tener la razón hasta que cruzó mal la calle. Iban dispuestos a dejarle su ración de comida, no creerían que sería la última vez que lo verían. Se lo llevó un Nissan. La bocina sonó hasta no poder más. Ahora su cama la ocupa un siberiano.
(Escrito, editado y publicado por seba-ediciones 2007)
miércoles, 27 de junio de 2007
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